Y: Oh, catástrofe
(Nuestro mono trágico
Evadido del Zoo
Ha devorado a los
presentes)

j. m. a.


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domingo, 20 de marzo de 2011

Arde El Mar

 


Són les tres. Des de sempre. Un verso
sobre la tarde en vilo
i un mort
punza mis ojos, varetazo, daga
com una navalla oberta damunt el mar
                                                  gaviotas a lo lejos
larga línea donde alcanzan los ojos: unidad.
                               
Y en el agua
amb aquella profunditat morada i lluent dels qui estimen morint-se
                              el mar, como un jilguero,
punzante fulgor metálico del agua
mirada lluent i bruta
dels animals a la tarda.

Para nuestro castigo fuimos adolescentes
igual que els nois quan comencen a saber
com neixen les criatures.

Pues, ¿qué arriesgamos, sino esta luz de desvarío
que nos ciega? un horror ple de papallones
senzilles, mortals i alegres.
La felicitat és com els miralls:
inmensas salas del recuerdo en penumbra
un nen que li dol tenir cara de ganivet
les paraules bestials que diuen els bojos
adolescents d’un poble
y el dolor de la infancia que no tuve.

Sangre, dime,
repetida en los pulsos
de la pena i de la sang 
com la terra i la sang
qué pureza un desnudo o adolescente muerto.
Como la vena insiste sus conductos de sangre
orino, de gota en gota, com si ploràs.


Interminablemente, mar,
mort viva: mi mar ardiendo. Abdico.
Odio a los adolescentes.
escriuen poemes sobre la mort
de un niño, tumba oscura.
De un niño, tumba abierta, venid todos,
els joves poetes de setze anys
els enamorats nois de catorze anys
es doloroso y dulce
contar històries als nois de tretze anys

Jo penso: ¿Estuve aquí?
(aquí tots som al·lucinats)

¿Quién remueve en la espuma su cadáver de niño
perquè jo pugui morir
amb una agonia com un entusiasme?



[1] En 1976 Pere Gimferrer ultima la publicación del que quizás sea el título más ambicioso de toda su producción en catalán, L’espai desert. Escribe, también, un artículo en referencia al volumen de poemas Has vist algun cop, Jordi Bonet, Ca n'Amat a l'ombra? que por entonces acaba de publicar Blai Bonet. En la única alusión escrita que hemos podido encontrar de uno a otro autor, Gimferrer tilda el poemario de “caótico y farragoso” y lamenta con cierta nostalgia lo que considera una merma en las cualidades de Bonet con respecto a su primera época. Blai Bonet calla, pero intuimos que lo mismo podría decir del Gimferrer posterior a los 70, dados los caminos divergentes que tomarían sus respectivas carreras literarias. Este es un simulacro, sin embargo, de lo que hubiera podido suceder si los dos escritores adolescentes -el de la máscara de viejo y el lirio en el ojal y el eterno nin malalt con su rama de tomillo entre los dientes- se hubieran encontrado una tarde, por casualidad, bajo el sol del mediodía, como tropezaron hace poco estos dos libros sobre la mesa de nuestro escritorio.