Y: Oh, catástrofe
(Nuestro mono trágico
Evadido del Zoo
Ha devorado a los
presentes)

j. m. a.


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sábado, 22 de enero de 2011

El crivăţ

(pentru A. M si A. m.)           
Es un año cualquiera de entre 1965 y 1970 y tantos, a principios de primavera. Nichita Stănescu, arrellanado en la cima de un almiar de paja, duerme un sueño profundo. Algunas botellas de ţuicǎ vacías refractan destellos blancos a los pies del almiar, de arquitectura imponente, alto y recio como una iglesia románica. La brisa ligera desordena briznas en el cabello del poeta, suaviza el incipiente calor del mediodía. Al poco las rachas de viento soplan con mayor insistencia. Rápidamente se impone el  crivăţ, el terrible viento del norte, helado, seco. La colina y el valle se oscurecen como el fondo arenoso del océano al paso de un gran pez prehistórico. Cada vez más rápido el valle pasa del verde radiante al azul abisal, al verde radiante y al azul abisal. Un tintineo de botellas vacías rueda colina abajo. El almiar echa a volar sus hebras de paja, se mece violentamente. Al aullido del viento que desgarra las profundidades del valle se suma otro aullido, no por más humano menos sobrecogedor: Opriţi pământul! Vreau să cobor![1]


[1] ¡Detened la Tierra! ¡Quiero bajar!